jueves, 31 de agosto de 2017

EN RECUERDO DE LORENZO MARCHENA VILLAGRÁN


Lorenzo Marchena Villagrán


EN RECUERDO DE LORENZO MARCHENA VILLAGRÁN.

 

SE CUMPLE EL ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE UN AMIGO, COLABORADOR NUESTRO Y DE OTRAS CAUSAS Y GRAN LUCHADOR ANTIFRANQUISTA DE TREBUJENA.

 


Más allá de interpretar este acabado mes de agosto como un mes que nos recuerda el horror genocida del lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en 1945 por parte de Estados Unidos, o de la continuación del holocausto español que se inició en julio de 1936 por un grupo de militares africanistas españoles mediante un golpe de estado que desembocó en una guerra civil donde los aliados internacionales de dichos militares fueron determinantes en el desenlace de la misma, queremos hacer una especial mención al recuerdo de todas aquellas personas que de alguna manera u otra colaboraron con nosotros, y que han ido desapareciendo físicamente por el implacable paso del tiempo y la enfermedad, no sin habernos dejado antes un legado auténtico de solidaridad, de activismo social, sindical y político, sin más pretensiones que la satisfacción personal que supone el aportar desde sus modestas posibilidades unos granitos de arena imprescindibles para transformar el entorno más cercano y alcanzar un cambio social mayor, a pesar de las dificultades y el riesgo que suponían para su libertad, su salud y su propia vida.

Este legado, estas memorias individuales, forman parte también de la Memoria Histórica, ya que se ha sustentado durante muchas décadas gracias al esfuerzo de estas personas que, anónimamente y de forma muy altruista y valiente, han hecho lo imposible por luchar por una vida digna y por no olvidar cada uno de los agravios que se ha infligido en general contra el pueblo por parte de los artífices de dicho golpe de estado y, también, por el del aparato represor instaurado por el dictador Francisco Franco y sus colaboradores.

Trebujena vista desde Lebrija
Trebujena, tradicionalmente, ha sido un municipio con una economía basada principalmente en la agricultura, y se ha nutrido básica e históricamente de lo que la tierra y las marismas del Bajo Guadalquivir han ofrecido a sus hijos e hijas quienes, empeñados en erradicar el hambre y la miseria, y en lograr mejores condiciones de vida para sus familias, no han dudado nunca en dar el primer paso para luchar y reivindicar mejoras económicas y sociales para todo el pueblo.

Tras el triunfo del golpe de estado de julio de 1936, la población de Trebujena, habitada por poco más de 4.000 vecinos y vecinas, se encontraba aislada del resto de la provincia de Cádiz debido a su especial situación geográfica y a sus deficientes vías de comunicación, quedando a merced de la voluntad y de la violencia de los golpistas locales que pertenecían a la Guardia Civil, a Falange Española y a los sectores conservadores de la población, y que actuaban impunemente convirtiéndose en insufribles personajes que transformaron la vida de sus habitantes en un continuo y sangrante tormento del que no se libraron ni ancianos ni jóvenes, ni hombres ni mujeres, entre los que cabe destacar más de un centenar de lugareños que padecieron prisión, tortura y asesinato.

Nuestra particular efeméride de agosto tiene que ver con uno de estos hijos de tan digna población, quien no era más que un niño de ocho años cuando Trebujena fue ocupada por los golpistas. Este mes se cumple el tercer aniversario de su fallecimiento y algunos miembros de la Asociación 'Jerez Recuerda' recordamos a Lorenzo Marchena con mucha admiración porque, al haber coincidido con él en más de una ocasión en la calle -en algunas de las luchas sociales que tanto abundaban antaño en Jerez de la Frontera-, tuvimos la suerte de conocer la autenticidad de su carácter revolucionario y la de su militancia honesta, comprometido de por vida con la libertad y el progreso de los pueblos.

A pesar de que apenas conocía las letras, no era tampoco un hombre ajeno a la cultura; tampoco a las inquietudes de las nuevas generaciones en las que siempre llegó a confiar como motor de cambio social, apoyando con su labor y con su presencia todas las causas que él consideraba justas, como el antimilitarismo, la lucha contra el desempleo, la recuperación de la memoria histórica y otras causas en las que se comprometía tanto que se podría escribir un extenso libro que pusiera de relieve la nobleza de su valeroso y gran espíritu luchador.

Gracias a nuestros recuerdos individuales y especialmente a la aportación realizada por sus familiares -concretamente por su hijo Juan y por su nuera Ana- publicamos esta efeméride acompañada de una resumida biografía con la intensa labor desarrollada por este insigne y leal trebujenero a quien la Presidenta de esta Asociación, así como parte de su Junta Directiva que le llegó a conocer, le agradecen el apoyo activo que hizo a las reivindicaciones de la Plataforma Homenaje a las Mujeres de la II República” que se desarrollaron a mediados de los años noventa del siglo pasado, así como sus desvelos y su ayuda incondicional durante los meses comprendidos entre los años 1994 y 1995, cuando la investigadora y actual Presidenta de la “Asociación para la Recuperación de la Justicia y la Memoria Histórica 'Jerez Recuerda' ”, María José Ruiz, estuvo trabajando en una investigación pionera sobre mujeres represaliadas por el golpe de estado de 1936 y por la dictadura franquista en la provincia de Cádiz, especialmente en el caso de la biografía casi épica de la trebujenera Juana Aguilar Pazos, más conocida como La Moricha”.

Según la información facilitada por estos familiares, Lorenzo Marchena Villagrán fue hijo de José Marchena Vega y de Concepción Villagrán, nacido en Trebujena el día 12 de febrero de 1928, de familia obrera y campesina formada por ocho hermanos que llegaron a sobrevivir, pues otros muchos hermanos fallecieron durante la infancia, igual que gran parte de las familias obreras carentes de recursos de la época, con una alimentacion deficiente y con pocas posibilidades de asistencia sanitaria.

En opinión de su hijo Juan, su vida no tuvo que ser fácil, pues el padre de Lorenzo, apodado “El Lino" se buscaba la vida trabajando como bracero, y con una vieja carreta tirada por dos bueyes realizaba también portes a Lebrija, Jerez de la Frontera y Sanlúcar de Barrameda, entre otros lugares, además de realizar con estos animales las faenas propias del campo, muriendo prematuramente y siendo muy joven, cuando Lorenzo todavía era un adolescente, quedando él y sus hermanos más pequeños al amparo de su madre y las dos hermanas mayores que, desde muy jóvenes -casi niñas-, tuvieron que trabajar en los cortijos de la zona para que la familia pudiera subsistir.

El mejor símil que pudo encontrar para describir a su padre en aquella época fue el del niño yuntero, del gran poeta oriolano Miguel Hernández, evocando especialmente los versos “me da su arado en el pecho, y su vida en la garganta...”, para informarnos de que el joven Lorenzo, a sus pocos años, se encargaba de recibir de los pequeños propietarios de tierras -de los mayetos, como se conocen por la zona- algún trozo de ellas donde sembraba habas, cebollas y melones para poder ayudar también en la casa.

Durante la experiencia personal de Lorenzo en aquellos meses del “verano caliente” de 1936 y de fechas posteriores, nos narra que, junto al patio de la casa familiar donde guardaba los bueyes, y que limitaba en la calle Guzmanes con la bodega de “Paquito Curro”, los falangistas y "otras malas yerbas" se reunían para beber por las noches y emborracharse antes de proceder a los asesinatos que tuvieron lugar en la población. Nos cuenta también que tanto el niño Lorenzo, como su madre y el resto de la familia oían cómo estos “fascistas” salían por aquel patio y jaleaban previamente a los compañeros que les “había tocado” cometer los crímenes esa noche, los cuales materializaban diariamente como algo natural.

Nos recuerda también que la madre del pequeño Lorenzo ("Pura") lloraba de rabia e impotencia cuando los escuchaba, porque no podía arriesgarse a salir por la noche o por la madrugada, para alertar a las víctimas, ya que temía que “esta mala gente” la apresaran y torturaran o, tal vez, asesinaran, pudiéndose haber convertido ella misma en una víctima más de la barbarie genocida de la población...

Pasaron los años y el joven Lorenzo se hizo hombre. Se casó en los años 50 con Isabel, cuando ya tenía dos hijos del total de siete que llegaron a tener. Si la vida del “niño yuntero” Lorenzo no era nada fácil, tampoco la fue la del hombre jornalero que llegó a ser, en unos años donde la variedad en las opciones laborales brillaba por su ausencia. Al no haber tenido formación alguna, ni oportunidades de escolarización durante su infancia -”lo único que sabía era poner su nombre”, nos dice su hijo-, estaba condenado al trabajo extenuante del campo para poder alimentar a “nueve bocas”. De este modo, la crueldad con la que la vida le trataba alimentó en él su conocida rebeldía que manifestaba con desprecio contra la clase dominante, además de sentirse frustrado por la inexistencia de una organización, de una conciencia y una valentía colectivas que acabaran con esta situación de explotación.

Durante estos años cincuenta se fraguaron tres hechos históricos importantes que contribuyeron a que Lorenzo Marchena, igual que muchos coetáneos suyos, pudiera empezar a ver alguna luz en el túnel de oscuridad que suponía la dictadura de Franco: los Pactos de Madrid firmados en 1953 por la dictadura española y Estados Unidos, la admisión de la España de Franco en la Asamblea General de la ONU el 14 de diciembre de 1955 y, muy especialmente, el Plan Nacional de Estabilización Económica de julio de 1959, que hizo desaparecer la autarquía franquista al tiempo que entraba en escena el aperturismo al exterior y el incremento de la emigración española. 

Trebujena
Es en este contexto político, económico y social cuando, en los años 60, Lorenzo Marchena se va a Francia a trabajar como jornalero, uniéndose de esta manera a la gran masa de trabajadores españoles que optaron irremediablemente por sobrevivir siguiendo el camino de la emigración, favoreciendo de paso también el contacto con el exilio político español. Mientras tanto, las temporadas que pasaba en Francia oscilaban entre uno y tres meses anuales, dependiendo del cúmulo de trabajo y de las oportunidades que ofrecía su gremio. Posteriormente, en el año 1966 cambió de destino y de profesión, marchándose a Alemania a trabajar en la fábrica de automóviles de la marca Opel, donde estuvo aproximadamente un año hasta que enfermó del hígado -”aunque era persona que no consumía alcohol”, nos comenta su hijo-, lo que provocó su vuelta a su pueblo natal y a las viñas del Marco de Jerez donde desarrolló las labores propias del gremio hasta su paso a la situación de pensionista.

Entre las cosas que nos iba informando Juan Marchena sobre la estancia de su padre en Francia, nos cuenta que tomó contacto con miembros del Partido Comunista de España (PCE) en el exilio con quienes realizaba reuniones informativas, junto con otras personas, encontrando finalmente lo que consideraba que echaba de menos en su tierra natal: “organización y dirección que guiaran a la gente a dar la batalla”... A partir de ahí, y cada vez que regresaba de Francia, siempre venía cargado de libros “clandestinos” -como los denominaba Lorenzo- para que su hijo los leyera, creando de esta manera en Juan “mi propia conciencia de clase” con la lectura de títulos que recuerda “especialmente”, como “El único camino”, de Dolores Ibarruri, y “El partido de masas que necesitamos", de Ignacio Gallego.

En una de las ocasiones que Lorenzo regresaba de Francia, cuando el hijo tenía tan sólo siete u ocho años de edad, le contó que por aquellos días se iba “a la huelga en la viña”, porque “lo que se ganaba era una miseria y sólo daba para pasar hambre”. Era la época de la creación del embrión de las primeras Comisiones Obreras”, tanto en el Marco de Jerez como en el cercano pueblo sevillano de Lebrija, donde muchos de sus jornaleros trabajaban en las viñas, y no desaprovechaba esos momentos para explicar a su hijo, y a esa edad, qué era una huelga y para qué servía. 

Recuerda que, durante los años 70, Lorenzo Marchena “fue quizás el más grande activista de Trebujena, junto con otros compañeros” en la lucha por “una verdadera democracia”, participando activamente en la difusión del períodico "Mundo Obrero", así como en reuniones y asambleas; distribuyendo octavillas que de madrugada eran "tiradas" por las carreteras que conectaban Trebujena con Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda y Lebrija, y llamando a las repetidas huelgas que en los ultimos años de la dictadura franquistas se produjeron en la zona.

Como no podía ser de otra manera, también la represión policial franquista iba en consonancia con los momentos históricos que Lorenzo Marchena vivía y experimentaba. Nos ilustra su hijo que la Guardia Civil estaba al corriente de todos estos movimientos sindicales y de activismo político, pero desconocía quiénes eran los que convocaban las huelgas y dónde se hacían las reuniones y asambleas.

De esta manera, y con motivo de una de estas huelgas, la Guardia Civil consideró oportuno detener a Paco Cabral, al que tenía conceptuado como “líder” jornalero y posiblemente inductor de las mismas. Se dieron las circunstancias de que Lorenzo Marchena vivía al lado de Paco Cabral, y fue testigo de su arresto y de cómo se lo llevaban al cuartel de la Guardia Civil, haciendo que Lorenzo, junto con Miguel Campos, “El Maestrito” (“verdadero líder jornalero”, asegura Juan), y otras personas, organizaran una concentración a las puertas del “cuartelillo” donde acudieron entre 300 y 400 trabajadores exigiendo la libertad del detenido. Según declara el hijo de Lorenzo, la Guardia Civil se vio obligada a dejarlo en libertad, pero el incidente provocó al mismo tiempo otras detenciones en Sanlúcar de Barrameda y en Jerez de la Frontera, yendo a prisión algunos de los líderes del movimiento campesino de la zona, entre los que se encontraba Manuel Romero, de Jerez, más conocido como Manolito Romero.

Mantiene el hijo de Lorenzo Marchena que éste quedó finalmente desencantado de los comunistas “revisionistas” de Trebujena, entre los que se contaban “gran cantidad de oportunistas”. Cuenta, por ejemplo, que a pesar de la honradez y la integridad de Lorenzo Marchena alguien quiso involucrarle en el robo del dinero de la Caja de Resistencia que se había recolectado para las familias necesitadas. Nuestro equipo de investigación no consiguió que diera ningún nombre porque, según Juan, “no merece la pena, aunque sé de qué hablo y en su pueblo todo el mundo los conoce... Sólo eran unos pequeños burgueses que, como tanto traidor a la clase obrera, sólo eran unos fariseos”.

A nuestro entender, el caso se desarrolló de una manera tan simple como efectivamente apestosa. Resulta que se había elaborado un plan de solidaridad” en el que Lorenzo actuaba como intermediario, pues éste tenía que recibir el dinero de un compañero para entregarlo a otro receptor cuya casa no distaba más de treinta metros de distancia del punto del primer contacto. Era una operación sencilla y rápida que nuestro protagonista cumplió sin dificultad alguna, pero al día siguiente de la entrega final el receptor comunicó a la persona que directamente le pasó el dinero a Lorenzo que no había recibido nada por parte de él.

Mientras nos narraba  estos hechos, tuvo que hacer un paréntesis y añadir:

No quiero dar nombres, pero de muchos es conocida la honradez e integridad de Lorenzo, que siempre fue incapaz de coger nada de nadie y que incluso a su casa le costaba el dinero el participar en la lucha, porque en una ocasión le pidió a Isabel, su mujer, que le dejara los únicos cinco duros que tenía para la compra de gasolina para labrar la viña de uno que, por estar enfermo, no podía hacerlo”...

El episodio de la Caja de Resistencia obviamente enfureció tanto a Lorenzo que, según su hijo, tuvo tal arrebato de ira que tenía ganas de matar al sinvergüenza traidor que se había quedado con el dinero”.... De hecho, Juan nos quiso resaltar que la solidaridad obrera” de algunos de los comunistas” -que con mucho énfasis los entrecomilla llamándoles además fariseos”- fue una oportunidad para que éstos se compraran varias aranzadas de tierra, o viña, en contraste con la trayectoria impoluta de Lorenzo que sólo tenía una aranzada que llegó a adquirir con el esfuerzo de su trabajo como emigrante en Alemania, y con el de sus hijos mayores que ya trabajaban, logrando cumplir de esta manera uno de sus deseos: tener un pedacito de viña para distraerse”...

Fue tal la decepción, la desilusión y la preocupación que dicho suceso provocó en nuestro amigo Lorenzo que decidió abandonar Trebujena e instalarse en Jerez de la Frontera. Por un tiempo estuvo viviendo con su hermana Pura y luego se trasladó definitivamente a la casa que su hija tenía en la Barriada La Constancia hasta su fallecimiento en agosto de 2014, con 86 años y medio, tras la implantación de un marcapasos (provocada por un desmayo que tuvo mientras se dirigía en un día de verano desde la Calle Larga hasta la casa en dicha barriada) que la familia nunca vio necesario porque el padre de Juan siempre gozó de buena salud y carecía de enfermedades, salvo la hepatitis que superó hacía bastante tiempo.

Lorenzo Marchena se fue habiendo vivido, tal y como nos afirma su hijo, como un hombre de palabra, fiel a sus principios, honrado a más no poder” y como una persona leal y con vergüenza, de lo que hoy se carece en parte de la sociedad”. De hecho, en Jerez tenía grandes amigos, entre los que se encontraban Juan Flores, el “Vizco Padilla” y otros con los que se reunían y paseaban por distintas zonas de Jerez, pasando de esta manera las horas. Juan nos recuerda también que, a causa de una intervención quirúrgica realizada a su amigo Juan Flores -que le obligó a estar impedido para andar- siempre le pedía que le acercara a la Avenida del Mosto, lugar donde vivía su amigo, y allí “se tiraba horas enteras charlando”...

El hijo de Lorenzo recuerda que su padre murió en presencia de toda la familia al completo: hijos, hijas, nueras, yerno, nietas y nietos... Los tres meses que estuvo hospitalizado previamente al 'exitus' fueron meses de turnos diarios familiares, y cada noche “tenía a uno de los suyos acompañándolo” hasta que falleció porque “el motor se había gastado”.

Juan terminó de contarnos la historia de su padre -de nuestro amigo Lorenzo- con unas palabras finales:

Lo que puedo decir de él es que fue un luchador, un gran padre, un gran abuelo, y que guardo de él sólo recuerdos agradables, porque sé que fue una buena persona... Desencantado de su partido y de los fariseos, él siempre mantuvo sus principios comunistas”.

Lorenzo Marchena está enterrado en Trebujena, su tierra natal, donde él quiso descansar.

D.E.P.



Fuentes: 

-Testimonios orales y Archivo familiar

 
- http://jerezrecuerda.blogspot.com.es/2017/08/en-recuerdo-de-lorenzo-marchena_31.html 

- http://erandaluysuvocabulario.blogspot.com.es/2014/

- https://es.wikipedia.org/wiki/Trebujena
 

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